jueves, 19 de julio de 2012
Un poco de Historia: En busca de los dioses extraterrestres
Desde la mas remota antigüedad el universo ha fascinado al hombre. Nuestra Vía Láctea se compone de mas de 100.000 millones de estrellas y esto es una pequeñísima parte de todo el sistema galáctico que cuenta con mas de 20 galaxias semejantes a la nuestra.
En los relatos de todos los pueblos de la antigüedad y aún más allá, en las cavernas del hombre prehistórico, aparecen elementos que hacen referencia a “los dioses”. Dioses de orejas largas y ojos almendrados (Ej.: “la orejona” en la tradición inca), dioses con cabeza de reptil y sangre oscura; dioses provistos de armas formidables que despiden rayos, dioses que llegan en resplandecientes “carros de fuego”; dioses con figuras estilizadas, seres delgados, con antenas; dioses con ruedas adosadas a sus muslos, flotando sobre el agua y las nubes; dioses elevándose sobre columnas de nubes, recorriendo el espacio en “vimaanas” (aparatos voladores, en sánscrito); dioses castigadores, violentos o bondadosos.
¿Son tales representaciones meras ideas fijas, ancladas desde siempre en la mente de todos los pueblos del planeta? ¿O quizás productos de una íntima exigencia religiosa o versiones de una realidad incomprendida? Fábulas, leyendas, mitos y sagradas escrituras están preñadas de verdades, de hechos reales. En la mitología de muchas civilizaciones (escandinava, egipcia, griega, sumeria, inca, maya, etc.) se habla de seres que transitan por el espacio desde tiempos inmemoriales. Los mayas ubicaban su origen en las Pléyades. Los egipcios decían provenir de Orión y allí volvían sus faraones al morir en ésta vida.
Zeus (el Júpiter latino) señor supremo del cielo, es llamado por Homero “lanzador de rayos” y “dios tronante”. En la mitología india, Rama y Bhima se remontan a lo mas alto de las nubes “cabalgando sobre un rayo inmenso en medio de un terrible fragor”. A si mismo, la tradición azteca refiere a Mixcoatl, la “tronante serpiente de las nubes”; todavía hoy los indios canadienses hablan del Thunderbird (pájaro tronador) que en tiempos remotos visitó a sus antepasados viniendo directamente del cielo.
Solo con representaciones gráficas de dioses que vuelan, escupen fuego, se posan sobre la tierra, podrían llenarse volúmenes enteros; es incalculable el número de figuras de seres que sostienen en sus manos curiosos instrumentos o utensilios desconocidos. En la iconografía de sumerios, asirios y babilonios, surgen de continuo representaciones de sistemas solares extraños con sus correspondientes planetas.
En los mitos sumerios y en la Biblia (Ej.: Genesis 6, 1-4) nos hablan de dioses que recorrieron el cielo en barcas y naves de fuego, bajaron a la tierra y fecundaron a nuestros antepasados, para regresar después a las estrellas. En la tradición de las civilizaciones americanas (incas, mayas y aztecas), aparece el mismo dios creador y civilizador, que les indicó donde cultivar y como hacerlo y a construir ciudades; el Ku-kul-kan maya, el Viracocha inca, y el Quetzalcoalt azteca es el mismo dios representado con tez blanca y de barba (de ahí la confusión del rey azteca Moctezuma con Hernán Cortez el militar español en el momento de la conquista).
¿Qué ocurriría en un planeta, ignorante de todo progreso técnico, si llegara una nave espacial? ¿Cómo se comportarían los lugareños? ¿Cuál sería la reacción de ese pueblo? ¿Acaso no los considerarían dioses?
Ezequiel fue un testigo ocular de un acontecimiento parecido en la Tierra y nos deja su relato en el Antiguo Testamento: “Y vi como un viento huracanado venía del norte, y una gran nube rodeada de rayos resplandecientes y de un fuego continuo, y en medio de éste relampagueaba un metal brillante; en su centro aparecían figuras como de cuatro seres vivientes, se asemejaban a hombres.” (Si esto no es el relato del descenso de una nave tripulada ¿qué es?).
De que somos “hijos de las estrellas” no hay duda, estudios realizados por el genetista Suante Paavo de la Universidad de Munich en 1977, reveló claras diferencias entre el ADN del hombre primitivo y el hombre moderno (homo sapiens sapiens); en las mitocondrias se localizaron 27 diferencias mientras que en todas las razas que existen en la actualidad se observan como máximo 8 diferencias; la explicación es la intervención extraterrestre.
Fuimos creados para dar una alternativa de cambio al estancamiento cósmico, y para transformarnos en instructores de nuestros instructores. Debemos buscar la transformación interior para ser ejemplos de vida y ayudar al despertar progresivo de la conciencia de la Humanidad, como un aporte de luz, para comprender que no estamos solos en el universo y que formamos parte de un “Plan Cósmico” y que nuestro futuro es construido por nuestros pensamientos y acciones.
Libros de consulta: “El Mensaje de los dioses” de Erick Von Daniken y “El libro de los Guardianes y Vigilantes de Mundos” de Sixto Paz Wells.
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