martes, 16 de marzo de 2010

Un poco de Historia: La Atlántida: El paraíso perdido (1° entrega)



Miles de años después de su presunto hundimiento en las frías y oscuras profundidades del océano Atlántico, la isla-continente de la Atlántida (Nombre de Atlas primogénito de 5 pares de hermanos gemelos varones hijos de Cleito y Poseidón) continúa viva como uno de los más intrigantes enigmas de la historia.
La Atlántida poseía una civilización y tecnologías inigualadas, tanto antes como después de ella. El más completo y antiguo relato que ha llegado hasta nosotros del surgimiento y caída de la gran isla, proviene del Filósofo griego Platón (S. IV AC). Según la describe Platón, la Atlántida era una tierra donde hábiles agricultores cultivaban huertos de dulce aroma y donde los animales -incluida una gran manada de elefantes- florecían. El sector urbano albergaba innumerables mansiones, superadas en grandeza sólo por el Palacio Real y por el Templo de Poseidón. Pero ni el oro, ni la gloria pudieron salvar a los atlantes de sí mismos. Su creciente materialismo ofendió grandemente a los Dioses (¿?), escribió Platón y la civilización entera fue condenada a un rápido y espectacular fin.
Mucha gente cree que la riqueza de plata y oro del continente hundido todavía brilla para quienes puedan encontrarla en el lecho del océano. Tal vez un día, dicen, un audaz explorador podrá rescatar las legendarias tablas de oro de la Atlántida, grabadas con las leyes del paraíso terrestre. La ciudad interior de la Atlántida, como la describe Platón, estaba formada por una serie de anillos concéntricos, tres de ellos canales de navegación y con un puente que conectaba el centro con las afueras.
Entre las obras portentosas de la Atlántida, se destaca, el amplio complejo palaciego construido por Atlas (el 1° Rey). Pero los soberanos que sucedieron a Atlas en el trono le agregaban ornamentaciones y hacían todo lo posible por sobrepasar al Monarca anterior, hasta que finalmente la convirtieron en una morada fantástica.
Quienes visitaban el complejo palaciego debían pasar por una amplia encrucijada que atravesaba los tres canales, bajo portales abiertos en una pared de bronce, otra de estaño y otra de cobre que “brillaba como el fuego”. Rodeados de ésta reluciente barrera estaban las mansiones de la aristocracia, en piedra blanca, roja y negra extraída de canteras locales. “La riqueza que poseían -dice Platón- era tan inmensa que no se vio tal antes ni se verá fácilmente otra vez”.
En la cúspide de su gloria, 9.200 años antes del nacimiento de Platón, la Atlántida dominaba la mayor parte del Mediterráneo. “Entonces por sobre todo -decía Platón- parecían prósperos y benditos, pero los atlantes” -continúa- “estaban llenos de ambición y poder”, ya no valoraban la bondad por encima de la riqueza material. “La parte divina de su interior se debilitaba al mezclarse con una gran porción de mortalidad” dijo Platón. Los atlantes incapaces de soportar el peso de sus posesiones, habían perdido su virtud y ahora preparaban ejércitos para conquistar otros pueblos.
“Por eso Zeus -dice Platón- los castigó duramente. Se produjeron portentosos terremotos e inundaciones y cayó un funesto día y noche sobre ellos, cuando la isla de la Atlántida fue tragada por el Mar y desapareció”. (En el próximo Boletín la 2° parte de La Atlántida: La eterna búsqueda).

Extracto de Biblioteca Conozca Más: serie Misterios de lo desconocido.

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