jueves, 15 de octubre de 2009

Hay vida extraterreste



La ciencia parece estar reconsiderando su postura tradicional en relación con la posible existencia de vida extraterrestre. Lo que antes era una negación rotunda se convierte hoy en la admisión de dicha probabilidad.
Aceptémoslo: lo más probable es que haya vida fuera de nuestro planeta. Y no es sólo por los miles de casos de avistamientos, contactados, fotografías, testimonios de pilotos y controladores aéreos, expedientes desclasificados, filmaciones, abducciones o simple sentido común: ahora es incluso la ciencia el ente en el que parece que se encuentran todas las respuestas, la que se plantea de manera seria, racional y serena, que es más que posible que haya vida más allá de la Tierra.

El tema no es que sea nuevo, pues la sospecha de vida extraterrestre estaba presente incluso cuando se especulaba sobre el origen de la vida en nuestro planeta. El paso de las simples moléculas orgánicas que podrían encontrarse en la “sopa primigenia” –ese mar ancestral situado bajo cataclísmicas tormentas eléctricas–, para dar lugar a la primera célula procariota, que sería la primera muestra de vida tal y como lo entendemos, plantea tantas dificultades, que no son pocos los científicos que piensan que tal vez la vida haya “aterrizado” en nuestro planeta desde el espacio exterior, tal vez en esporas o formas de resistencia microbiana que nos hubieran alcanzado envueltas entre polvo cósmico o en la cola de un cometa.

Hoy, el asunto se plantea por fin de una manera abierta, contrastando claramente con la postura de los racionalistas que pregonan que la vida extraterrestre es sólo fantasía. Expertos norteamericanos de la Institución Carnagie para la Ciencia, han estimado que sólo en nuestra galaxia podría haber más de cien mil millones de planetas similares al nuestro. Y no sólo eso, sino que la mayor parte de ellos podrían albergar formas de vida unicelulares, en palabras del Dr. Alan Boss, astrofísico de dicha institución, en su intervención dentro del encuentro anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, recientemente celebrado en Chicago.

Los nuevos telescopios espaciales, situados en órbita, corregirán la miopía con la que miramos el cosmos. El satélite europeo Corot –en órbita desde el 2006– y el Kepler norteamericano –que se lanzará el 5 de marzo de este año–, encontrarán planetas “terrestres” en un radio de unos pocos años luz en torno nuestro, según Boss. Con ellos podrán buscarse indicios de oxígeno y metano en las atmósferas de las miríadas de planetas que nos rodean, lo que no sólo será una prueba de que sean habitables, sino de que ya están habitados.

Eso sí, Boss refrena su entusiasmo cuando dice que la eventualidad de una civilización extraterrestre es algo mucho más débil. Y esto, personalmente, me llama mucho la atención. Porque cuando estudiamos la vida en el planeta Tierra –y por extensión en los que sean similares al nuestro–, las cosas son muy fáciles cuando ya tenemos la primera célula procariota. A partir de ahí, procesos de simbiosis y de complejidad estructural creciente –graduales y casi inevitables desde un punto de vista evolutivo–, desembocan en organismos cada vez más complejos, hasta llegar a algo similar al mundo que nos rodea. Y de ahí, a que una de esas especies esté en disposición de formar una cultura y una sociedad, hay un solo paso. Es cuestión de tiempo. Lo difícil es ese origen, ese planeta capaz de albergar vida. Esa primera célula. Después es sólo cuestión de tiempo y de probabilidad matemática.

Dejemos que la ciencia vaya asumiéndolo poco a poco. Que debatan, argumenten y descubran microbios extraterrestres. Llevamos preparando ese escenario desde hace décadas: hay centenares de noticias y de estudios de exobiología publicados al respecto. Dejemos que nos muestren esa primera célula extraterrestre.

El resto es sólo cuestión de tiempo. Y de coherencia.
Extracto de Revista Año Cero.

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