Situada a unos 200 años luz de Sagitario A*, el agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea, la región conocida como Sagitario C alberga una inmensa nube de gas y polvo interestelar. Esta masa cósmica ha ido colapsando sobre sí misma durante millones de años, dando origen a miles de estrellas, muchas de ellas aún en formación.
Gracias al telescopio espacial James Webb —proyecto conjunto entre la NASA, la ESA y la CSA—, los científicos han logrado observar este entorno con una resolución sin precedentes. Dos estudios recientes, coliderados por el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), han permitido identificar no solo decenas de nuevas protoestrellas, sino también los procesos físicos que las hacen emerger en condiciones tan extremas.
Uno de los principales logros del estudio fue la detección de más de 100 chorros de materia (jets) asociados a protoestrellas de baja masa, similares al Sol. Pero lo más impactante es que también se detectaron, por primera vez en el infrarrojo, jets pertenecientes a estrellas masivas, de unas 20 veces la masa solar. Estos flujos de gas son como señales luminosas que revelan dónde nacen nuevas estrellas.
Esta intensa actividad estelar permitió identificar una nueva región de formación dentro de Sagitario C, algo que hasta ahora había pasado desapercibido por las limitaciones de observación. La importancia de este descubrimiento es doble: no solo se confirma que es posible formar estrellas incluso bajo las condiciones extremas del núcleo galáctico, sino que los mecanismos implicados son sorprendentemente similares a los que ocurren en zonas más tranquilas de la galaxia.
gizmodo
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