El
ser humano siempre ha soñado son paraísos terrenales, confines
ideales de paz y belleza, donde no existen ni la guerra, ni la
pobreza y brilla sobre todos la justicia.
A
la verosimilitud del sueño contribuían portas y trovadores, con sus
visiones de tierras imaginarias y lejanas. En esas características
se enmarca la historia del Rey Arturo, sus Caballeros de la Mesa
Redonda y del perdido Reino de Camelot y Avalon.
Desde
los antiguos griegos a los celtas y a los anglosajones, estos
paraísos se concebían como islas situadas en alguna parte de
Occidente. Se dice que el legendario Rey Arturo que reino sobre los
británicos antes de la conquista sajona, cuando estaba a punto de
morir fue llevado en una barcaza a la isla de Avalon (isla de las
manzanas).
Glastonbury,
en el condado de Somerset (Gran Bretaña) suele relacionarse son la
isla de Avalon y con los relatos sobre el Rey Arturo. En 1190
aparecieron en el viejo cementerio de la abadía de Glastonbury las
supuestas cenizas del Rey Arturo y de la Reina Ginebra.
Camelot
era la legendaria corte de Arturo, donde gobernaba un extenso
territorio junto a los Caballeros de Mesa Redonda. Sir Thomas Malory
sugiere que Camelot se hallaba en Cadbury
Castle (Castillo Cadbury) en Somerset.
Los moradores del lugar llamaban “Camalat” a la colina y a su
fortaleza, también se afirma que el Río
Cam que discurre cerca de allí, fue el
escenario de la Batalla de Camlann,
última contienda del Rey Arturo; existe la leyenda de que Arturo no
murió en aquella batalla, se repuso de su herida y volvió a reinar
en una edad de oro.
Las
historias de Arturo y su “democrática” corte de la “tabla
redonda”, de su esposa Ginebra, su hermana Morgana y el mago Merlín
han contribuido a la formación de la llamada “materia de bretaña”
o ciclo bretón. Su espada “Excalibur” afirma la leyenda fue
llevada a Camelot luego de la muerte de Arturo para liberar al pueblo
bretón.
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